Ser cristiano católico es un estilo de vida que asombra y que transforma
- Prensa Emisora Mariana
- 4 mar 2019
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Por Luis Daniel Londoño Silva

Foto tomada de www.elsoldemexico.com.mx
Quizás, lo más superficial que le puede ocurrir a un cristiano católico, es serlo únicamente por tradición, porque se siente comprometido a conservar ciertas prácticas que le enseñaron desde niño, desde las cuales justifica su profesión de fe: orar con el Rosario, ir a la Misa los domingos, cubrir los ritos de semana santa, tener algunas devociones y cierta piedad, que lo hace sentir “cool” e incluso le da un soporte para condenar al que no se ajusta a esas prácticas y le da la autoridad para sentirse el dueño absoluto de la Verdad y de una “curul” en el cielo. Esta forma de ver la vida cristiana es generadora de tendencias moralistas, ultra conservadoras, fanáticas y cruelmente fundamentalistas, totalmente alejadas del Evangelio.
Por otra parte, esas supuestas “prácticas cristianas”, muchas veces, están desligadas de un compromiso de vida, porque es más fácil, mucho más fácil, cumplir con un rito, cantar aleluyas, simular cara de “santo”, que amar al prójimo, frenar la lengua, ser tolerante, respetar, hacer el bien y elegir el camino del evangelio como asombro, novedad y servicio.
Este esquema de vida cristiana, el más parecido a un museo de ritos, es el que más complace a un supuesto creyente, porque no le exige nada, absolutamente nada, solamente de cumplir, “tragar hostias”, rezar avemarías de penitencia y vivir una existencia, en la que Dios es un adorno, un tapa huecos, un ser misterioso al cual se acude exclusivamente cuando se está en problemas o de quien se recibe cierta paz intimista, egoísta y vacía. Con razón alguien afirmaba que el “Espíritu Santo es el gran desconocido”.
Ser cristiano católico es una opción y un estilo de vida, en el que La Eucaristía, los sacramentos, la piedad cristiana y las devociones ocupan su justo lugar; éstas se constituyen en las fuentes que alimentan la construcción creativa de la santidad, desde el servicio a los demás, la misericordia como encuentro y tolerancia, la superación de las falsas seguridades, el respeto al prójimo, la práctica de la paz con actos de justicia, de caridad, de abrazo, de mirar el mundo y al otro con los ojos de Jesús, no con la mirada del odio, de la revancha y de la venganza.
Dejo a su consideración un fragmento de la homilía del Papa Francisco, sobre el evangelio de san Mateo, que hace referencia a los escribas y fariseos: "Jesús lo dice: Son moralistas sin bondad, no saben qué es la bondad (...) Te llenan de preceptos, pero sin bondad. Aquellos que se colocan tantos paños, tantas cosas, para aparentar que son majestuosos, perfectos, no tienen sentido de la belleza y como mucho llega a una belleza de museo… estas personas son "hipócritas de la casuística", "intelectuales sin talento" que no tienen la inteligencia de encontrar a Dios, de explicar a Dios con inteligencia, y a quienes Jesús reprochara tanto".
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