San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia
- Prensa, CC.
- 28 ago 2017
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San Agustín nació en Tagaste de Numidia, la actual Souk-Ahras, en Argelia, el 13 de noviembre del año 354. Hijo de padre pagano y madre cristiana, compartió la vida familiar con una hermana y un hermano. De inteligencia clara, hizo los estudios primarios en Tagaste. Nace y crece en un ambiente plural. Nada de imaginarlo como estudioso precoz. Él mismo confiesa: “Es el caso, Señor, que no me faltaba ni memoria ni talento, pues tú me habías dotado suficientemente de ellos, de acuerdo con mi edad de entonces. Pero me gustaba jugar” (Confesiones I, 9,15).
Pronto quiso desgranar las preguntas que pertenecen a la trama de la vida y su afán de experimentarlo todo le llevó a la perplejidad y al desasosiego. Mónica le acompañó de cerca, como una sombra saludable, porque sabía bien que asistir insensible a los desvaríos de un hijo que parece no saber dónde hacer pie, es silencio culpable.
Prosiguió los estudios en Madaura, dedicado a la lectura de los libros clásicos griegos y latinos. En Cartago, allá por el año 370, le esperaba la universidad. Es aquí donde se manifestó en él una clara vocación intelectual. Con el título universitario ya en su haber, inició la experiencia de profesor en Tagaste y después en Cartago. De Cartago pasó a Roma donde ejerció la cátedra de Retórica durante un año. Buscando la promoción como profesor, opositó a una cátedra en Milán, donde estaba la corte, y aquí enseñó durante dos años.
El itinerario religioso de Agustín pasó por la relación con distintos grupos religiosos. La lectura de la Biblia, los consejos de su madre y los sermones de Ambrosio, obispo de Milán, le llevaron al puerto de la conversión el año 386. Recibió el bautismo la noche pascual del 24 al 25 de abril de 387.
Fue ordenado sacerdote en Hipona el año 391 y, cuatro años más tarde, consagrado obispo coadjutor de Valerio. Sucede a Valerio en 397 como pastor de Hipona y comenzó a participar en distintos Concilios y Sínodos de la Iglesia de África. Muere en Hipona el 28 de agosto de 430, después de haber fundado monasterios, predicado con ardor la palabra de la salvación y escrito un número importante de libros que son todavía hoy fuente nutricia para el pensamiento cristiano.
En la audiencia general del miércoles día 30 de enero de 2008, Benedicto XVI afirmaba: “El itinerario intelectual y espiritual de Agustín representa un modelo de la relación armónica que debe existir entre la fe y la razón. Esta armonía significa, ante todo, que Dios está cerca de todo ser humano, cerca de su corazón y de su razón. Esta presencia misteriosa de Dios puede ser reconocida en el interior del hombre, porque como decía Agustín con una expresión muy conocida: Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti... Ante la pregunta, ¿qué es lo que san Agustín puede decir al hombre de hoy?, se podría contestar con estas palabras de una carta escrita después de su conversión: Me parece que se debe llevar a los hombres a la esperanza de encontrar la verdad; esa verdad que es Cristo mismo”.
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