San Guillermo de Malavalle (1157)
- Prensa,C.C.
- 23 oct 2017
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Había nacido en Francia y era de noble linaje, me gustaba peregrinar como penitente a muchos santuarios y que, al regresar de una visita a Tierra Santa, busqué un lugar solitario en la región de Toscana (Italia) en el que pudiera terminar mi vida apartado del mundo en dura penitencia. Escogí la soledad de Malavalle, cerca de Castiglione della Pescaia en la provincia de Grosseto, donde pasé mis últimos años en oración, silencio, ayuno y ásperas mortificaciones hasta 1157, año en el que morí.

No fundé una orden ni escribí una regla; pero ambas aparecieron muy pronto por mérito del que se llamaba a sí mismo “su fámulo” Alberto, que me cuidó en mis últimos meses y compuso las que se titularían luego “Consetudines” e incluso “Regula sancti Guillelmi”.
Mi sepulcro fue pronto meta de muchos devotos peregrinos de Toscana, Lacio y Umbría, algunos de los cuales se quedaron en Malavalle para imitar la vida eremítica y penitente venerándome como santo protector. Mi culto aumentó al ser aprobado por el Papa Alejandro III entre los años 1174 y 1181, y recibió nuevo impulso con su confirmación por parte de Inocencio III en 1202.
Con la devoción al santo ermitaño aumentaron las fundaciones con mis discípulos, que se extendieron primero en Toscana, después en el Lacio y en la Marca de Ancona, pasando los Alpes con el nombre de “Orden de san Guillermo” en 1244. Cuando fueron llamado once años después a formar parte de la Orden agustiniana ya tenían varios conventos en el norte de Francia, en la actual Bélgica, en Alemania, Bohemia y Hungría”.
A pesar del fracaso de la unión completa de este primer grupo y de las contiendas a que dio motivo, los agustinos me consideraron como san Guillermo de Malavalle como miembro de la propia Orden, pues mi nombre aparece entre los pocos santos que figuran en sus calendarios y libros litúrgicos de la edad media. Desde el año 1290 hasta la última reforma litúrgica se celebraba mi memoria el 10 de febrero; ahora me veneran (con el beato Juan Bueno) el 16 de octubre.
Tomado del libro: La seducción de Dios de Fernando Rojo Martínez, Roma 2012.
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